Educar para la felicidad
El principal objetivo de los padres con hijos con Alta Capacidad, como el de el resto de los padres, es que sean felices y para lograrlo se esfuerzan en que sean obedientes, que tengan buen rendimiento, que se manejen en las relaciones, etc. Es decir, que tengan buenos logros y estén adaptados ahora y en un futuro, y para conseguirlo ponen todo su empeño. Pero sin embargo, hay muchos niños desmotivados, con dificultades para concentrarse, que no rinden en la escuela como podrían hacerlo, que no obedecen… En los niños con Altas Capacidades a los padres les preocupa: que no desarrollan su talento, que se polarizan en algún aspecto y se pierden cosas que podrían experimentar, que se aíslan o se sienten solos, que se aburren, que se refugian o ‘se pierden’ en los dispositivos electrónicos, y otras muchas.
Educar en una sociedad hedonista
Este no es un problema de ellos, ni sólo de los padres, es un problema social. Esta es la sociedad de la búsqueda de la felicidad y el bienestar a través de sensaciones, del placer inmediato que nos proporciona lo que nos viene de fuera. Todo esto nos condiciona como personas, como padres y como educadores. Actuamos como seres dependientes, creemos que nuestro bienestar no depende en absoluto de nosotros, como si dependiera solamente de nuestras circunstancias y de lo que la vida nos depara, como si no tuviéramos ninguna responsabilidad en ello. Incluso a veces, con unas circunstancias aceptables o incluso buenas, nos las arreglamos para no estar suficientemente bien.
Así lo transmitimos explícita o implícitamente a nuestros niños y adolescentes, y así actúan. Exigen a sus padres que les pongan todo fácil, que les den y les permitan todo aquello que les gusta, lo que les apetece y lo que quieren y, cuando no lo reciben los culpan de su frustración y luchan de todas las formas de las que disponen para conseguirlo. Suelen ser muy hábiles en esto y además ponen todas sus capacidades al servicio de conseguir ese “supuesto” bienestar.
Muchos niños y adolescentes están desconectados de su propia capacidad de ser felices, de valorar más lo que tienen que lo que no tienen. Tenemos que ayudarles a que aprendan a generar actitudes que les orienten hacia objetivos que les permitan tener experiencias enriquecedoras y desarrollarse de una forma sana. Muchas personas nos sentimos alguna vez atrapadas en nuestras circunstancias, y me incluyo, no podemos abstraernos y estar libres completamente de esta influencia. Sin embargo, tenemos que estar atentos para no dejarnos atrapar por esta inercia.
¿Cuántos padres se levantan por la mañana con la necesidad de empezar bien el día? Esto es: en primer lugar, que todo discurra de manera que se cumplan los horarios. Todo nuestro su esfuerzo está puesto ahí, porque están convencidos de que el bienestar y la armonía familiar depende de una buena organización. Pero cuando llega la tarde del domingo, algo ha pasado que no se ha conseguido este bienestar, se hacen el propósito de esforzarse más, de hacerlo mejor, de que los hijos se den cuenta de que es necesario que pongan de su parte; pero sin embargo, el ciclo se repite.
No digo que no sea importante una buena organización, pero sí que la organización forma parte de algo más que no se tiene suficientemente en cuenta, que están educando para que sean felices en el futuro. Eso es lo que aprenden, que ser felices es para luego y como el futuro está lejos, mejor me quedo en el placer inmediato que está más seguro.
Nuevos caminos en la educación
En este momento hay muchas personas que sienten la necesidad de vivir la vida y de educar a sus hijos de una forma diferente. Lo podemos ver en cómo aparecen métodos como la Disciplina positiva, la Educación Consciente, el Mindfulness, etc, esto responde a la necesidad de encontrar recursos para afrontarlo a nivel personal, como padres y como educadores. Es cierto que no es fácil, que estamos inmersos en esta sociedad que, por un lado valora los logros y el bienestar, pero no ofrece recursos para desarrollar las habilidades necesarias para conseguirlo. Y por otro lado, potencia objetivos equivocados como el conseguir las cosas con el mínimo esfuerzo, porque se valora el esfuerzo como algo negativo. Se admira a las personas que consiguen mucho fácilmente cuando, a veces, no se conoce realmente cuánto trabajo hay detrás.
En este punto, importan las actitudes, como afrontamos cada momento y como enseñamos a los hijos a afrontarlo. En este proceso en primer lugar podemos ayudarles a que cambien su actitud y que puedan experimentar la satisfacción que sentimos las personas cuando conseguimos algo a través del esfuerzo. Esta satisfacción es el motor de la motivación que surge de nosotros mismos.